Helados Nieve
Desde hace rato que lo venía pensando. Justo después de vuelta de la biblioteca se me ocurrió algo brillante. Es que aquella frase no es una pregunta, es una afirmación. Justo ahí radicaba mi problema. Es que yo lo planteaba como una pregunta, porque en realidad eso era lo que yo esperaba, una respuesta. Sentía tanto miedo de que la respuesta no fuera favorable, que era evidente que mi afirmación era válida, o mi pregunta?
En fin, el tema era ese, es que tenía que ser cierto, si no; ¿En qué radicaría mi miedo?. Claro!, trataba de encontrar todos los factores de modo de poder culparlo, claro! según yo él tenía miedo, claro! según yo él estaba inseguro, claro! según yo él tenía miedo al compromiso......claro!, ahora si está todo claro al fin. Ayer me decían que esto era lo mejor que me podía pasar, y hasta ayer yo lo veía como una tormenta!. Ahora si que creo que después de la tormenta llega el cielo azul!!!! Estoy tan feliz que quiero llorar...... jamás pensé que alguien pudiera sentir eso por mi. Pensé que era una suerte de monstruito que sería solterona y que no conocería el amor.
Me miró y me atacó de la manera más brutal que haya conocido en mi vida, con sólo un monosílabo y un verbo me sacó de ese mar de dudas que me estaban alejando cada vez más de la costa de su regazo. Me miró y sus labios se movieron al ritmo del cosmos y en su soplido se configuraron las letras que me tenían aterradas y que yo no era capaz de decir. Me miró y me grito susurrando, y en su delicado beso hizo que mi presión subiera a las nubes de nieve, mientras lo miraba tratando de entender lo que pasaba, me atravezó un temblor, que hizo que toda la teoría de 19 años se derrumbará y entonces me sentí desnuda en medio de un atlántico de helado, de mango y chirimoya.
Lo miré y sonreí, y luego lloré, y luego lo abraze y lo besé y le tome la mano para no solatarla nunca más.
Me miró y con solo mirar sus ojos me hizo alcanzar las estrellas, tomar la luna y ponerla en un barquillo, adornarla con unas suaves naranjas y comerla bajo la lluvia. Me miró y casi no fue necesaria la pronunciación, pasaron por mi mente mil respuestas, todas favorables, todas hiladas una a una encajando en su lugar y articulando aquella gran afirmación-pregunta que se anidaba entre la pupila, el ventrículo derecho y los labios.
Me miró y me dijo : Te amo.
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